Doctor Halloween
Adrián estaba por salir a una fiesta de Halloween. Se ponía colonia frente a un espejo, cuando escuchó que en la sala sonó el teléfono. Les gritó a sus padres que atendieran, pero no lo escucharon porque estaban afuera, en el patio. Tuvo que atender él.
Su hermano, Marco, había tenido un accidente. Nada grave, dijeron, pero estaba en observación con algunos traumatismos.
Mientras buscaba un abrigo, vio de reojo el disfraz que dejara sobre la cama. Adiós noche de brujas. Toda la familia fue al hospital.
Marco tenía algunas vendas en la cabeza y la cara, y estaba adormecido por los calmantes. Luego de hablarlo un rato, la familia decidió quién se quedaba a acompañarlo. Primero sería Adrián, que por ser joven podía aguantar bien toda la noche. El acompañante solo tenía una silla al lado de la cama.
Mientras su hermano dormía, él escuchaba los ecos de la ciudad. El ruido del desfile, fiestas, música aquí y allá. Halloween seguía allá afuera, como si nada.
Se quedó dormido sentado junto a la cama. No supo cuánto tiempo pasó, pero algo lo despertó. De pronto veía unos zapatos negros frente a él. Al levantar la vista, vio a un hombre muy alto, delgado como un poste, con una túnica blanca de doctor. Tenía la piel pálida, nariz y mentón afilados, y una sonrisa tan amplia que parecía dibujada con bisturí. Era calvo y tampoco tenía cejas.
—Por fin despertaste —dijo el hombre—. Hace rato que te observo. Ahora voy a revisar a tu hermano... a ver si se está por ir al infierno.
Adrián no pudo moverse. El supuesto doctor se acercó a Marco, colocó un estetoscopio sobre su pecho y escuchó, siempre con esa sonrisa congelada.
—Qué lástima —murmuró—. Este todavía está fuerte. Hay dos en la otra sala que ya se fueron al hoyo. Me retiro. Dulces sueños.
Dejó una paleta, un dulce sobre la cama, y salió caminando lentamente. Adrián lo vio cerrar la puerta. Pero, de un instante al otro, estaba mirando al suelo. Levantó la cabeza, confundido. ¿Había soñado todo eso? Se convenció de eso mientras se secaba el sudor frío que le empapaba la frente.
Al amanecer, Marco despertó, balbuceando. Se movió en la cama y algo cayó al suelo. Adrián observó qué era aquello, entonces se horrorizó. Era la paleta, la misma que había dejado el doctor, el que creía parte de una pesadilla.
Para salir de toda duda, preguntó a una enfermera si algún médico había pasado durante la noche, aunque no podía concebir a una persona tan aterradora, y lo que había dicho no era algo propio de un doctor. Ella negó con la cabeza. Nadie hizo rondas, como él ya suponía. Y más tarde se enteró que, en otra habitación, dos pacientes murieron esa noche.
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Cuento de terror. Halloween en un hospital. |
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